domingo, 16 de junio de 2013

El sexagenario "The boss" sentó cátedra en Wembley:

Era una jornada de sábado de lo más habitual; mi trabajo se basa en velar por la seguridad del estadio, como cada fin de semana. Habitual también era el tiempo en la City: sol ténue que alternaba cielo azul con nubarrones, claros y lluvia a cántaros en cuestión de minutos. Acostumbrado a asistir a partidos de fútbol en los que la competitividad y el brusco deseo de victoria son los motivos que mueven a la masa de asistentes; resultaba curioso el contraste con la plácida atmósfera de un evento musical. Nadie perdió "el partido", tampoco se escuchaban insultos, ni se respiraba el detestable sentimiento de aversión entre dos hinchadas. Por el contrario, los casi 73.000 presentes ganaron y compartieron más de tres intensas horas de emociones, sobresaltos y desbordante alegría, difícil de olvidar.

Seámos honestos: esperaba con cierto recelo el concierto en las horas previas, debido al carácter enfadado y de protesta del último álbum Wrecking Ball en el que se atreve a juguetear con el hip-hop y bases de percusión electrónica.  Al mismo tiempo, los 63 años del norteamericano son motivo de peso para desconfiar de su agilidad y soltura sobre el escenario. También, la muerte del mítico Clarence Clemons (miembro de la E Street Band desde el inicio de la misma) dos años atrás, me hacía dudar del saxofonista que sustituiría su puesto.

El show desafiaba a la rígida puntualidad inglesa con veinte minutos de espera. Los pitidos del público debieron advertir a Bruce y los suyos ya que acto seguido salieron uno a uno a arrasar Wembley. No hubo trucos, ni luces, ni efectos... A Bruce le bastó su característica cuenta atrás "one, two, three, and!" seguida por la entrada a la batería del titán Weinberg en "We take care on our own" . Con los primeros acordes de guitarra rompió a brincar hasta el último ricachón de la adinerada zona VIP; y esque la apuesta sincera de Rock poético, tintes de música gospel, aire de folk norteamericano y la energía de ese arsenal de músicos logra mantener el status musical entre lo más alto mundialmente.
Tras descargar tres temas de su último álbum, le toca el turno al delicado "My city of Ruins", gran tributo de Springsteen que le sirvió para desterrar el dolor de los atentados del 11/S. Se ha consagrado como un clásico por méritos propios. El teclista Danny Federici fue otro de los legendarios en la banda hasta su muerte en 2008. El órgano en este tema transporta al oyente y refleja la gran capacidad de diálogo con el resto de instrumentos.
Eran, simplemente, sobresalientes las aportaciones de tanto los miembros de la E Street Band como las de las coristas y secciones de viento que, juntos, sumaban un total de diecisete músicos en el escenario. Vimos a un Bruce entregadísimo al público; se las sabe todas: igual quiere ver los brazos en alto de todo el mundo "I wanna see your hands up!", que saca la armónica del bolsillo y se canta "The river",   casi provocando las lágrimas a más de uno. A ratos, la música calaba de una manera tan profunda e intensa que era imposible permanecer inmune a los sentimientos y emociones que nosotros, los oyentes, experimentábamos, incluso para los que estábamos cumpliendo una labor allí. Aportación enorme la del nuevo saxofonista Jake Clemmons (sobrino del ya fallecido Clarence), no defraudó a nadie; quizá no ha alcanzado el estilo y presencia de su tío aún, pero me hizo perder la cuenta del número de solos que se iba marcando tema tras tema.

A mitad del concierto, para evitar cualquier monotonía, nada mejor unas cuantas sorpresas: bastan dos miradas de Bruce a sus compañeros para cambiar de tercio y dar un aire latino al muy pegadizo "Shackled and Drawn" de su nuevo álbum. No se olvidaron de la época gloriosa del Born in the USA, arrimándose al rockabilly con "Working on the highway". Y por si eran pocos, Bruce cogió en hombros a un chaval de público, le puso micro en mano y cantó con él "Waiting on a sunny day" , uno de los primeros temas que escuché y queda entre mis recuerdos favoritos. A partir de aquí, el ambiente alcanza su punto más prominente: Bruce sabe aprovechar su sex-appeal, baila con varias mujeres del público e incluso cuelga su guitarra a una de ellas. Tremendo también lo del guitarrista Nils Lofgren y el pirata Steven Van Zandt, haciendo de las suyas y brillando en sus momentos correspondientes, con solos de guitarra de escándalo.
Llevó al público al éxtasis con "Born to Run" y "Dancing in the Dark"... Y como Bruce es un tío listo y con clase, se sacó un bis de la chistera muy apropiado para la ocasión: Twist and shout de los Beatles para meterse en el bolsillo hasta el último fan. 

En definitiva, Bruce estuvo apoteósico ayer. Es admirable su habilidad para conmocionar a un estadio entero, gracias a esa garra, entrega y pasión suyas.  Sigue en plena forma pese a la edad, y lleva lo mejor de lo mejor detrás de él. Una leyenda viva y ejemplo a seguir para cualquier músico. El 26 estarán tocando en Gijón, único concierto en España!

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