en Londres, nubes que lloran,
vino en el suelo.
No sabes de nadie,
tampoco te importa, soledad.
Ojos viciosos
y resaca ebria, detenida, agotada.
Finalmente,
tomo guitarra, prendo el incienso,
y chispazo al rascar.
Interior iluminado
Sin saber que tocar,
pero empiezas a ello,
llorar ya no sirve:
de nada, de poco, de aún menos.
Los Doors no me sacian
un estruendante trueno,
y una vez más
ese jinete maldito susurra al caballo.
Ordena, limpia, recoge, duerme,
atado al verbo,
que aquel no obedece,
¿Quién? El muerto.
Purificando,
instrumento e incienso,
ésta es mi tarde
yo ya sucumbo, ¿te espero?
Detente un momento,
¿aquí quién manda?
¿La voluntad, el corazón,
o el rebelde sentimiento?
-¡FLOP!
He caido del sueño
no respiro, me asfixio
¡Sofocado, oprimido!
El incienso ha expirado, se esparce en el suelo.
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